Tras realizar una serie de exposiciones en Vigo, se trasladó a Madrid, donde trabajó como diseñadora de cerámica, visitó repetidamente el Prado y estableció una relación con artistas de las tertulias del Café Gijón. En 1959 se casó con el arquitecto y pintor Agustín Pérez Bellas; juntos recorrieron medio mundo y residieron en Roma, donde compartió estudio con Rafael Alberti, quien mantuvo una gran amistad con ella y le dedicó algunos poemas a su pintura. En su estilo expresionista se perciben las influencias de Laxeiro, Rouault y del Goya de las pinturas negras, con la crítica social siempre presente. Cuando en una ocasión le preguntaron por los motivos que la llevaban a pintar cosas oscuras y hasta monstruosas, dijo: "Yo soy alegre, optimista. No soy cruel ni torturadora. La pintura, no obstante, me sale dramática y, además, quiero que me salga así. Las cosas con fuerza son las que hacen vibrar". En Vigo se relacionó con Lugrís, Laxeiro y Lodeiro, y reflejó su peculiar personalidad en el texto Confesiones de volatinera con bragas de repuesto al dorso (1978), ilustrado por su marido. Expuso su obra en Galicia, Madrid, Buenos Aires, Roma, Florencia, Lisboa, París y Londres. Fue galardonada con el segundo Premio Kramer en la Bienal Hispanoamericana de Arte de 1964, con el Premio Reconquista de Vigo en 1992 y nombrada Viguesa Distinguida en ese mismo año. Su pintura figura en las colecciones de varios museos gallegos y americanos, y también en colecciones privadas.