En esta segunda colección continuamos escribiendo las páginas que les faltan a los libros. Quedan todavía por contar tantas historias de mujeres extraordinarias de las que nadie nos ha hablado... Llegamos hasta aquí prácticamente huérfanas de referentes; eso explica muchas de las cosas que hemos vivido durante siglos, y todavía hoy, explica el síndrome de la impostora, explica la falta de vocaciones científicas y técnicas, explica el papel secundario y asistencial que asumimos... Rara vez visibles o protagonistas, rara vez al frente tomando decisiones importantes, y, cuando ocurre, es siempre bajo el riesgo de ser señaladas: “demasiado ambiciosa”, “despiadada”, “cruel”, “arpía”... y tantos otros nombres y adjetivos que es necesario resignificar para que en vez de dañarnos nos fortalezcan y nos empoderen.